Por Carlos José Vélez Coordinador Iegamar
Cuando me pongo a ver el trabajo
en horas extracurriculares, de las docentes Dora Paniagua, Ángela Urrego y últimamente, Verónica Higuita, se me viene a la cabeza, la palabra
vocación, y de inmediato, todo lo que ella abarca: una actitud de vida, facilitar
el cumplimiento de un proceso, capacidad de servicio, entrega, dedicación,
perseverancia, humildad, dejar la pereza
y la “comodidad” de un horario para trabajar, hacer algo que beneficia a otros, sólo por la
mera satisfacción de sacar la gente adelante, en este caso, los niños con
dificultades en el proceso de lectoescritura .
Da gusto ver la alegría en sus
caras, cuando cuentan sobre los avances de estos niños en el proceso: ya leen
combinaciones, cogen dictados, leen párrafos cortos, y dan explicaciones sobre
lo leído. La alegría de las profes, se confunde con la de los niños, lo que
compensa el esfuerzo y hace que el cansancio se vaya.
Aunque los niños no son
conscientes de que aprender es
“sinónimo” de felicidad, la sienten, porque se liberan de una “pesada carga”
llamada ignorancia, además, a esto se le suma que su autoestima crece porque
hay personas, sus profes , que creen en ellos y que con esta confianza, les
marcan un futuro diferente, lleno de sueños.
Ojalá, todo docente pusiera este empeño a su trabajo, para
mejorar, si cabe la palabra, el rumbo de la gran mayoría de los muchachos que
pasan por sus manos.
Bravo profes, Dios les pague por todas las horas y el esfuerzo que hacen para
sacar a sus estudiantes adelante. Ojalá ellos correspondan a su esfuerzo, y la
comunidad algún día les sepa agradecer.
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